¿Por qué Europa conquistó el mundo? Una mirada desde la historia política
A lo largo de la historia, Europa pasó de ser una región pobre y fragmentada en el siglo IX a controlar el 84% del globo terráqueo en 1914. ¿Cómo fue posible este ascenso tan drástico? Philip T. Hoffman aborda esta fascinante pregunta en su libro ¿Por qué Europa conquistó el mundo? y desafía las explicaciones tradicionales con un enfoque innovador que combina economía, política y tecnología.
Los mitos del dominio europeo
Al analizar el dominio global de Europa, Hoffman desmiente dos teorías populares:
La inmunidad a las enfermedades: Si bien los europeos tenían resistencia a enfermedades como la viruela, esta ventaja no explica por qué no fueron otras regiones inmunes, como Asia o Medio Oriente, las que conquistaron el mundo.
La superioridad tecnológica inicial: Aunque los europeos desarrollaron armas avanzadas basadas en la pólvora, esta tecnología no fue inventada por ellos, sino en China. La clave, argumenta Hoffman, radica en el uso continuado y mejorado de estas innovaciones, algo que otras potencias no lograron sostener.
El modelo de la competición
Para Hoffman, la respuesta al enigma europeo está en la intensa competencia entre los pequeños estados de Europa occidental. Este contexto político único generó un entorno donde:
- La guerra era constante: Los gobernantes europeos destinaban enormes recursos a conflictos bélicos, impulsados por la búsqueda de gloria, territorio y ventajas económicas.
- La innovación era clave para sobrevivir: El aprendizaje por la práctica, especialmente en la tecnología de la pólvora, permitió avances militares continuos.
- La fragmentación política era una ventaja: Europa nunca tuvo un líder hegemónico duradero, como ocurrió en China o el Imperio Otomano. Esto mantuvo la presión constante para innovar.
El papel de la historia política
Según Hoffman, las razones detrás de esta dinámica única se encuentran en la historia política europea:
La influencia de la cristiandad: A diferencia de otras religiones, la Iglesia católica occidental desempeñó un papel crucial al frenar la concentración de poder en un único gobernante. Esto bloqueó intentos de unificar Europa bajo un solo imperio.
La caída del Imperio Romano: Tras su colapso, Europa quedó dividida en pequeños estados guerreros, lo que sentó las bases para siglos de conflictos competitivos.
La importancia de la iniciativa privada: Mientras que otras regiones limitaban la participación de actores privados en cuestiones militares, Europa occidental fomentó las empresas comerciales armadas, como las compañías de las Indias Orientales, que impulsaron la conquista global.
¿Qué pasó con las otras potencias?
El libro también compara a Europa con otras regiones como China, Japón, India y el Imperio Otomano. En estos lugares, aunque hubo avances en la tecnología de la pólvora, varios factores (unificación política, costes altos para movilizar recursos o menor competencia interna) frenaron el ritmo de innovación.
Por ejemplo, Japón avanzó rápidamente durante sus guerras civiles, pero la unificación bajo el shogunato Tokugawa eliminó la necesidad de seguir desarrollando la tecnología militar. En China, la centralización del poder y las largas distancias entre estados impidieron la misma dinámica de competición vista en Europa.
Un ascenso no predeterminado
Hoffman concluye que el ascenso de Europa no era inevitable. Fue el resultado de una combinación específica de historia política, competición y aprendizaje militar. Sin embargo, este dominio no necesariamente benefició a la población europea: los botines obtenidos con las conquistas a menudo no compensaban los altísimos costes de las guerras.
Lecciones del pasado
¿Por qué Europa conquistó el mundo? no solo explica un fenómeno histórico, sino que también ofrece lecciones sobre cómo la política, la economía y la innovación se entrelazan para moldear el destino de las civilizaciones. Este relato nos recuerda que el liderazgo global no es eterno y que los caminos del desarrollo están llenos de giros inesperados.
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